No soy economista y mis conocimientos son realmente muy limitados, sin embargo no hace falta saber mucho para darse cuenta de que cuando hay tiempos de vacas gordas, los beneficios no se reparten entre todos los animales de la granja y cuando vienen las vacas flacas, se dice que la culpa la tiene el Estado porque es muy rígido, ha gastado mucho, o no permite la liberalización y la bajada de impuestos. Entonces, las vacas gordas, que dicen ahora estar flacas, tocan a rebato y todos los gobiernos van desfilando y poniéndose a las órdenes de las vacas gordas supuestamente flacas. Tampoco voy a cuestionar aquí la importancia y el valor de las vacas, especialmente esas vacas medianas y pequeñas de pueblo tan enriquecedoramente alimentadas y humanamente mantenidas con el sudor de granjeros y cuidadores.

Todos sabemos que la leche es un alimento muy completo y no digamos sus sabrosísimos derivados de yogurt, queso, cuajadas y mantequilla. Y no hablemos de su carne que hace las delicias de una y mil formas los paladares más exigentes. No se trata pues de minusvalorar las vacas, sino de cuestionar la función social de esas vacas gordas y sagradas, que ni dan la leche que deberían dar, ni dejan al resto del ganado que se busque la vida y cuando dan algo, o lo ofrecen a precios exorbitantes o te venden leche contaminada que intoxica a todas las vacas de pueblo y a todos los animales de la granja. En cualquier caso, quien más sabe de esto son los ganaderos, los cuidadores, así como las industrias lácteas, por eso no voy a entrar aquí en disquisiciones sobre si para mañana hacen falta establos más adecuados para que las vacas gordas sigan siendo un poquito menos gordas o si hay que terminar definitivamente con su reinado, lo cual por cierto podría ser una interesantísima investigación aunque creo que por mi edad ya no tengo tiempo para esto.

Por el momento tal vez sea necesario recordar aquella linda canción de Carlos Puebla que decía “Para la leche que da la vaca, que se la tome el ternero…” De todas formas, de lo que sí me he dado cuenta, es que cuando la gran banca y las grandes empresas dicen “perder” (para estas vacas perder es ganar menos de lo previsto), el Estado como supuesto guardián y protector de todos los establos va rápidamente en su auxilio para rescatarlas, capitalizarlas o reflotarlas haciendo leyes para que puedan seguir ganando lo que han previsto y no “pierdan”. Para ello, a los gobiernos de turno lo único que se les ocurre es poner a dieta a todo el ganado porque dicen que si las vacas gordas no siguen siendo gordas, nadie podrá tomar leche ni ahora ni en el futuro. Lo más inteligente que dicen que hay que hacer es recortar todos los derechos sociales y laborales que costaron décadas de sudor, e incluso de sangre y lágrimas conseguir.

Pero eso a las vacas gordas y a sus gobiernos protectores les da igual porque dicen tener nuevas recetas de leche enriquecida con “copago” y “austeridad” para mantener a dieta a escuelas, hospitales y a todos los animales de la granja. Los gobiernos en realidad, nunca desean molestar a las vacas gordas, ya sean bancos, grandes empresas, grandes fortunas o mercomafias que guardan su leche en paraísos fiscales. porque dicen que si las vacas gordas no se mantienen gordas y gordísimas, no habrá posibilidades para las vacas de pueblo, ni leche para los ternerillos y comida para el resto del ganado.

Para ello, los gobiernos cuidadores de vacas gordas, recurren a tres estrategias bien calculadas para que la obesidad de las vacas esté garantizada:
1) No le cobran impuestos o si lo hacen se trata de cantidades insignificantes que forman parte del mantenimiento del engorde.
2) Si la situación es preocupante y con tal de no molestar a las vacas gordas, cogen el dinero de donde más fácil lo tienen, es decir, de lo que ellos creen que son ovejas, corderos y animales de corral y así recortan el salario de funcionarios y pensionistas, garantizando la estricta limitación o disminución de salarios de todos los trabajadores.
3) Y si las vacas gordas dicen que van a reventar por la gordura o el colesterol acumulado de tantos años de ganancias, entonces los gobiernos se asustan mucho: van y venden deuda pública para que entre otras cosas, las vacas gordas sigan engordando.

No hace falta pues saber mucha economía para darse cuenta de que estamos ante una gran super-megaestafa multimillonaria: los gobiernos no solamente no cobran impuestos a las vacas gordas y recortan los derechos sociales, sino que además proporcionan a las vacas gordas más ganancias en forma de pagos de intereses, primas de riesgo y por supuesto rescates y reflotaciones a las vacas gordas del interior. Por lo general, los gobiernos se quedan calladitos y les da igual que el engorde de las vacas venga de la explotación de mano de obra barata, de la economía sumergida, del blanqueo de dinero negro, de la inversión en industria militar, de la esquilmación y agotamieto de los recursos naturales, de la contaminación y el deterioro del planeta o del producto de burbujas especulativas inmobiliarias o financieras que siempre terminan por explotar y herir a los más indefensos, ya que las vacas gordas siempre se salvan. Pero lo más escandaloso, bochornoso y que produce escarnio, no es que los gobiernos se queden callados y desfilen al toque de los mercados, sino que gobiernos que se dicen de izquierdas sean precisamente los que han engordado y siguen engordando por lo general a las vacas.

¿Qué es lo que hace que un gobierno sea realmente democrático? ¿Solamente la forma de su elección o el fondo de una gestión que garantice que los derechos humanos sean reales, efectivos y universales? ¿Dónde reside la soberanía popular? ¿En la posibilidad de elegir a los representantes políticos cada cierto tiempo o en el ejercicio creativo y permanente de la participación ciudadana? ¿Cuál es la función social de los gobiernos? ¿Garantizar el bien común o hacer que las vacas gordas sean siempre gordas? Nadie ha de extrañarse pues que seamos muchos los que creemos que esto que llaman democracia, en realidad tal vez sea sólo un asunto de vacas de diferentes razas y peso que deben ser alimentadas y engordadas por especialistas que han sido formados en establos vacunos. Y cuando digo especialistas, no me estoy refiriendo exclusivamente a esos economistas, empresarios y banqueros que trabajan con números ignorando que detrás están las personas y la vida, sino también a una gran parte de políticos gordos y flacos, de pueblo y de capital, que en el fondo están enamorados de las vacas y utilizan su poder para crear y ampliar establos y poder vivir de las vacas cuando dejen de ser políticos.

En fin, por eso cuando escucho en las calles y en los medios esa cancioncilla de “oé, oé, oé… oé, oé, oé… lo llaman democracia y no lo es” o “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros” no puedo hacer otra cosa que estar completa y radicalmente de acuerdo. Y es que la democracia está perdiendo, si es que no lo ha perdido ya, toda la sustancia, toda la energía y toda la carga de igualdad, fraternidad y solidaridad que encierra su concepto y sus raíces profundamente éticas y humanas. Por eso digo que tal vez sea mejor hablar de “mercocracia”, o el gobierno de las vacas gordas y sus aliados. El gobierno de las vacas, o la mercocracia, no solamente impide que coman el resto de los animales, sino lo que es peor, se está cargando a pasos agigantados la fuente del pienso, está destruyendo por tanto, no sólo la vida y la calidad de vida de todos los seres humanos, sino el equilibrio ecológico del planeta, los ciclos de vida, haciendo así cada vez más imposible el alimento de todas las personas.

Bastaría dar un repaso a las cifras de paro, pobreza, miseria y hambre en el mundo y específicamente en Europa, porque lo de Somalia es estremecedor y las vacas siguen engordando. O simplemente darse un paseíto por el barrio para tomar nota de que las vacas y los especialistas que las engordan sean políticos o profesionales, han perdido, no sólo la vergüenza sino su dignidad animal, y digo animal, porque ni las vacas ni los especialistas que las mantienen tienen nada de humano, ya que como se sabe, una ciencia sin conciencia es una ciencia inhumana. Sin embargo la mercocracia o el gobierno de las vacas no sólo está teniendo un impacto real en el deterioro de las condiciones materiales de vida de las capas y sectores populares, sino que al mismo tiempo está introduciendo en nuestras conciencias “un virus” que produce una enfermedad mental mortífera: el virus del “pensamiento único”, el virus del “siempre ha sido así” o el de que “con las vacas gordas no hay quien pueda”.

Hace falta pues pertrecharnos y prepararnos con todas las terapias habidas y por haber para no contagiarnos con ese virus. Desde terapias de choque a base de rebeliones en la granja hasta terapias formales e informales de ciudadanía participativa. Desde terapias permanentes de pensamiento crítico e información y comunicación alternativa y por supuesto terapias de fondo a base de formación y educación en valores democráticos. Terapias en suma de solidaridad, diálogo y debate libre de ideas para construir el bien común, es decir, para impedir que las vacas gordas, sean en forma de banqueros y grandes empresas o en forma de políticos profesionales que han engordado en sus puestos, nos impidan llegar a ser plenamente humanos y no animalillos de granja. Una educadora ejemplar a la que siempre recuerdo y a la que tengo muchísima admiración, me dijo una vez que eso de “cambiar el mundo” era algo que lo veía muy difícil y lejano, pero no porque fuera imposible, sino porque al ser una tarea tan gigantesca no tenía posibilidades materiales ni temporales de hacerlo. A renglón seguido me dijo que ella se dedicaba únicamente, pero de forma intensa, a dejar mejor que como se lo encontró, el metro cuadrado que pisaba.

Por eso me pregunto ¿Qué podemos hacer en Camas para que no seamos gobernados por vacas? ¿Qué podemos hacer en nuestra ciudad para que la democracia sea realmente democracia? La respuesta está en el viento como cantaba Dylan pero se hace camino al andar como nos enseñó Machado, por eso acabo de firmar y te invito a hacerlo, una Declaración de Democracia Real Ya en la que expresamente se rechazan los recortes de derechos sociales, que eufemísticamente los políticos llaman “reformas” que aunque supuestamente dirigidas a reflotar la economía y a generar empleo, tampoco están surtiendo los efectos esperados porque a las vacas gordas no hay quien las toque.

Juan Miguel Batalloso Navas 20.07.2011

De: Juan Miguel Batalloso Navas

Por CamasDigital

DIARIO PROGRESISTA DE CAMAS (SEVILLA)

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