DIAMANTINO GARCÍA ACOSTA
por Manolo Ginzález

Nace en el pueblito de Ituero de Azaba (Salamanca) el 24 de octubre de 1943, en una familia de siete hijos. Muy pequeño aún, emigran a Sevilla y se instalan en el Cerro del Águila, un barrio netamente obrero y de emigrantes de los pueblos en torno a la gran fábrica textil de HYTASA. Estudia bachillerato en el instituto San Isidoro y le atraía la carrera de medicina. Pero decide entrar en el seminario de Sevilla, donde destaca por su piedad y su austeridad. Le gusta participar en actividades extra-académicas: grupo de misiones, de ecumenismo, tertulias literarias, de teatro y de cine. En las vacaciones de verano busca trabajo para costearse parte de sus gastos de estudio y ser menos gravoso a su familia. Trabaja en Barcelona, en las minas de Asturias, en una fábrica de conservas en Bélgica,etc.

Tras ser ordenado presbítero, es enviado a la comarca de la Sierra Sur de Sevilla, con un nombramiento conjunto y en equipo pastoral con otros tres compañeros: Enrique Priego a Pedrera, Juan Heredia a Gilena, Miguel Pérez a Martín de la Jara y Diamantino a Los Corrales. Posteriormente, otros compañeros se irían uniendo al equipo: Antonio Riejos en La Roda de Andalucía, Esteban Tabares en Aguadulce, José Cosano en Badolatosa y Jesús Manzano en Casariche. y años más tarde; tres religiosas franciscanas misioneras: Montse, Ana y Evelia, así como varias personas laicas.

«El cura de los pobres»… así llegaría a ser conocido en todas partes aquel cura recién ordenado que llegó en agosto de 1969 a Los Corrales, un pueblo de 4000 habitantes, en una comarca de latifundios, de jornalero. sin tierra y de emigrantes temporeros, dispuesto a vivir la radicalidad de su compromiso cristiano al servicio de los pobres y de la justicia. –

Al poco tiempo de llegar, un día ve mucho trajín en la plaza del pueblo: camiones cargados con enseres domésticos y varios autobuses repletos de gente que se marchaba. El aire de aquella mañana estaba lleno de voces de despedida y las lágrimas asomaban como cada temporada. Extrañado, pregunta: «¿Qué pasa?» Y le responden con toda naturalidad: «Ná, que se van a coger espárragos a Navarra. Aquí sólo se quedan los maestros, los guardias civiles, el médico, los viejos y el cura…» Diamantino contesta: «Eso era antes. En adelante, el cura también se irá». Desde ese día el cura se hace jornalero y temporero, decide vivir como uno más del pueblo pobre. «Me interpeló tanto aquella vida , confiesa Diamantino, que yo no tenía justificación si me quedaba a la sombra de los santos encendiendo velas y despachando papeles. porque yo no soy cura por profesión, sino por vocación».»

y se hace carne de emigración, carne de jornalero andaluz. Decide «encarnarse», tomar la carne de sufrimiento de los empobrecidos. Pronto será muy conocido y querido por los emigrantes de muchas campañas y tajos, andaluces o no. Por su sinceridad y entrega era respetado o temido por las autoridades y las jerarquías civiles o religiosas. Vigilado, perseguido, multado, encarcelado… en numerosas ocasiones.

«Éste es de los nuestros; éste es de fiar…» dice la gente. Su compromiso va creciendo a la medida de la grandeza de su corazón y de los duros problemas de los jornaleros Andaluces. Por eso, en 1976 forma parte del grupo fundador del Sindicato de Obreros del Campo (SOC), protagonista y dinamizador por entonces de luchas muy radicales en el Campo andaluz. Imposible rememorar aquí tanta vida y tanta lucha. En 1991 funda y extiende en Andalucía la Asociación Pro Derechos Humanos, cuando ya el cáncer ha llamado a su puerta, sin clemencia. Siempre desechó los puestos políticos, aunque ofertas no le faltaron. Tan sólo unos meses antes de morir le propusieron para el cargo de Defensor del Pueblo Andaluz, que también desestimó. Él ha apostado siempre por los últimos, por los pobres y eso es lo único que quiere vivir: «Quienes nos comprometemos con el Evangelio de una forma seria tenemos que optar por los pobres. Esto significa aquí y ahora ponerse al lado de los oprimidos: marginados, gitanos, jornaleros, inmigrantes, parados, presos, drogadictos… y, consecuentemente, denunciar a los que causan el dolor, la pobreza del pueblo, la emigración, la ignorancia de la gente, el miedo y la Humillación».

El eje y el centro de toda su vida es siempre el seguimiento de Jesús con un compromiso Insobornable. Siempre asume el Evangelio con radicalidad, a fondo, sin concesiones ni trampas. Su primera palabra es su propia vida coherente y arriesgada. Vive y después habla; o mejor, habla al mismo tiempo que lo vive. Es infatigable en el trabajo y tiene una enorme capacidad para llevar adelante muchas tareas a la vez, así como implicar y complicar a otros. Sus entrañas solidarias le empujan a alistarse a todas las buenas y dignas causas y a hacerlas suyas de corazón. .Sabe impulsar, animar y convencer con sencillez y claridad.

Jamás doblegaron su fidelidad, aunque le empujaron con fuerza desde muchos flancos. Le combatieron muchos y desde muchos aspectos. Le infligieron hondas heridas, pero de todas se recuperaba y seguía con más bríos. Nunca deja de cantar aquella canción que tanto le gusta: «Gracias a la vida, que me ha dado tanto…» En la mañana del jueves 9 de febrero de 1995 Diamantino dice: «Me voy’… y parte hacia el lado invisible de la vida. Como Jacob con el ángel, así combatió a la enfermedad con sus ganas de vivir, logrando aplazar la partida cinco años. Pero ya lo estaban llamando definitivamente: «Ven, bendito de mi Padre, porque tuve hambre y..» Era el susurro amoroso de la Vida que lo llamaba a un desposorio eterno, ya inmortal.

Por CamasDigital

DIARIO PROGRESISTA DE CAMAS (SEVILLA)

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