Pablo Palomares (Publicado en el antiguo foro Gente de Camas)
La mañana apetecía a salir, tomé mi cámara y me dispuse a conocer in situ el yacimiento del carambolo, lugar polémico en nuestra actualidad y residencia de los primeros ancestros conocidos Cameros.
No lo conocía, ni siquiera sabía su ubicación perfecta, entré por la carretera de guía y le pregunté a un anciano por donde tenía que llegar… siga adelante en esta dirección y se encontrará con una verja… después siga el camino hasta arriba… ¿pero se puede acceder a él sin problemas? le pregunté… no se preocupe la verja esta abierta y esta todo abandonado…
A los pocos metros y después de dejar la carretera que baja hacia Camas me encontré con una cancela abierta de par en par, paré y vi entre los matorrales que tuve que apartar y totalmente oxidado, un letrero advirtiendo de que era una Propiedad Privada.
El camino es fangoso, quizás debido a las lluvias de estos últimos días, pero nada mas entrar en el recinto vi un entorno que me recordaba a la sierra donde me crié y nací y en plena campiña del Guadalquivir, no me esperaba este paisaje singular que desde las fotografías del maps google solo había podido vislumbrar en vertical. Seguramente en primavera sus laderas a la sombra de los pinos y matorrales, crecerán los lirios y flores que tan poéticamente describe Paqui Vázquez García en su libro de paisajes cameros.
Seguí una senda paralela que los continuos coches han dibujado por que advertía que el camino original estaba lleno de baches y piedras por su abandono, ya no se dice «caminante no hay camino, se hace camino al andar», como decía Machado, ahora hay que decir, “conductor no hay carril, se hace carril al rodar”, sobre todo en este tipo de parajes abandonados donde están al libre albedrío de gentíos con dispares propósitos.
Al llegar a media loma, paré el coche y ya advertí que no solo vehículos curiosos o parejas románticas bajo la luz de la luna entraban en este peculiar horizonte, también se percibía que empresas o particulares sin escrúpulos vaciaban derribos en camiones creando escombreras por doquier que perturbaban aquella joya paisajista e histórica de nuestro pueblo camero y que contrastaban y ensombrecía tristemente a cualquier visitante que busque un reencuentro con el pasado o disfrutar en este Altozano de las sensaciones tan inverosímiles y placenteras que advierten nuestros cinco sentidos.
Pincha sobre la imagén y verás la diferencia de como por lo menos debería de estar.
Bajé del coche que aparqué en el llano donde los intrusos para mayor comodidad extienden sus desperdicios y desechos y empiné una antigua escalera supuestamente de las antiguas instalaciones de tiro al Pichón y me encontré con una inmensa mole de hormigón, que ante mis informaciones suponía que era la medida que la Consejería de Cultura optó para preservar los yacimientos, quizás efectiva, pero también parece una losa sepulcral donde lo que se entierra no solo se preserva, sino también se oculta, a todos aquellos que quieren ver y sentir un pasado de un pueblo que habitó estos lugares y esculpió un tesoro mítico que ha dado lugar a leyendas ancestrales de la existencia de Tartessos.
Bajo mi óptica es como si a la giralda para preservarlas de pintadas y la corrosión del tiempo la taparan bajo un rascacielos de hormigón. Es más fácil lapidar que preservar con otros métodos que puedan recordar a los presentes como vivían nuestros ancestros. Seguro que es cuestión de matemáticas o de presupuestos esta semejante tumba en medio de un carambolo lleno de historia.
Ya un poco mas alto, la Vega del Guadalquivir se vislumbra con intensidad el verde y las flores amarillas, sirven de alfombra a montículos inexplicables, quizás creados por las manos del hombre cuando los ricachuelos se entretenían en disparar a pichones huidizos que tras liberarlos de jaulas en huecos de ladrillos buscado la libertad, se encontraban con perdigones que salían de bocas de fuegos que manos de la alta burguesía de Sevilla que frecuentaba por los años 60 y que tras una de sus reformas, dio pie al descubrimiento del TESORO DEL CARAMBOLO, donde permaneció en tierras Cameras mas de dos mil años y una vez descubierto jamás volvió a la tierra donde sus primeros pobladores, sean fenicios o tartésicos, lo legaron a su tierra y a sus moradores.
Me acerqué hasta donde la tierra se verticaliza y me puse a disparar mi objetivo hacia horizontes donde el puente del Alamillo y la Giralda destacan bajo un cielo azul intenso y donde Camas entre altozanos en uve se ve perpetua y latente en la inmensa huerta que las aguas del Guadalquivir serpentea perdiéndose en la distancia.
Me acerqué hacia los Pinos, donde sus copas anegan de sombras los caminos antiguos donde el caminante labraba con el paso de los años y sentí la humedad fresca del ambiente y el olor de la resina que de esos troncos laminados manan y aromatizan la brisa que al paso de sus hojas perennes la convierten en música campestre. Me dirigía hacia el coche, a retornar pero una vez dentro vi la silueta de un hombre en lo alto de la loma, en un principió dude si acercarme y preguntarle sobre lo que conocía de todo lo que había visto en solitario y bajo mi ignorancia ante tantas incógnitas que me había producido mi paseo, pero volví a bajar del coche y con una un grito le llamé la atención, ya que con un talego en mano y gorrilla campera parecía dirigirse hacia algún lugar quizás no muy lejano.
Tras los saludos de rigor, me encontré con un Camero de unos cincuenta años, donde toda su existencia ha estado ligada a estos cerros y donde aún en una de sus lomas mantiene un pequeño huerto donde pasa sus horas diarias en solitario cultivándolas para uso propio como hacían aquellos que poblaron por siempre estas tierras.
Con una gratitud impropia de esta época en que vivimos, aquel Camero me sirvió de guía y me explicó meticulosamente todos los secretos de este carambolo misterioso.
“Esto esta abandonado, se llevaron lo que les interesaban y tapiaron todo dicen que para preservarlo” Me explicó que no hace mucho tiempo hubo unos a arqueólogos trabajando en el lugar, pero que aun quedan muchos sitios y lugares en la lomas “en el poblado bajo” donde aun no han tocado “quizás no tengan la importancia del poblado alto, quizás porque en las laderas vivían los mas pobres, pero lo cierto es que hay muchos yacimientos que están enterrados bajo tierra”… ¿Si quieres te lo enseño? Me preguntó mirándome hacia mis zapatos que no eran propios para bajar sobre lomas de manto de hierba húmeda… No te preocupes iré con cuidado, le dije para que no desistiera de la invitación, aun a pesar de que mis zapatos causaran algún resbalón.
Con sumo cuidado inicio el descenso zigzagueando las lomas verticales hasta llegar al poblado, aún a pesar de la hierva se veía las formas de antiguos muros habitados, donde piedras impropias de estos lugares como lajas y granitos afloraban entre la arcilla que impera en los Alcores y carambolos del Aljarafe.
Allí encima de aquellos muros pensaba para mi, habían vivido personas que seguramente oteaban el mismo horizonte que nosotros, era una sensación extraña que solo percibes cuando eres consciente de que donde estas redivivo miles de años, donde espectros dormían, comían, vivían, soñaban, sufrían… tus antepasados que poblaron estas latitudes y que han protagonizado sin pretenderlo el mito de Tartessos.
Aquel hombre me hablaba como si aun existieran, como si estuvieran presentes cada día por los huertos de las lomas y quejándose de la falsedad y el poco respeto a la historia de todos hacia ellos.
“Antes decían que eran Tartessos ahora dicen que son fenicios, ¿que mas da? Lo importante es que vivieron aquí y es nuestra historia y encima esta en manos privadas y el abandono de las administraciones y hasta del propio Camero”
¿Sabes volver? Me preguntó… claro, “yo seguiré este camino, ha sido un placer conocerle” El verdadero placer es mío le contesté.
Yo empiné mi camino hacia el alto, él se perdía entre matorrales en busca de su madre tierra igual que sus ancestros.
Una vez en el coche me di cuenta que ni siquiera le pregunté su nombre, a pesar de haber estado hablando con él cerca de una hora contándome historias del carambolo y como los señoritos de entonces disparaban a palomas en busca de su libertad. Quizás su nombre no importe… es un CAMERO.
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